Por Carlos Benitez1
Esquina de las calles Rivadavia y Rincón. Refugio de la barra de Gardel. Su dueño era el itálico don Bautista. Está ubicado en el barrio de la niñez de José Razzano (el Orientalito) y del célebre gordo Roberto Casaux, futuro experimentado actor cómico. A una cuadra se encuentra la Iglesia Regina Martyrun donde ambos compartían sus habilidades en el Coro.
A la mesa de ese bar concurrió toda la vida Alfredo De Ferrari, quien siempre contribuyó prestándole su viola al futuro célebre dúo Gardel-Razzano.
Con el tiempo el dúo empezó a “echar buena” y eran venerados en el Armenonville, célebre cabaret vidriado de la Av. Alvear. Era un templo de placer, primer ejemplar imitativo del cabaret-chateau parisiense. Ganaron cifras siderales. Allí solamente corría champagne y concurría la elite noble-bohemia de los años 13. Cobraban $70 por noche más las jugosas propinas de los Reservados.
Diametralmente opuesto al Armenonville, que era una ostentación al lujo, se constituía el modesto Café de los Angelitos. Allí concurría el dúo después de las extensas jornadas de trabajo a repartir las ganancias. Razzano era el cajero. Tenía plata por todos los bolsillos y Gardel lo revisaba por sí se guardaba algún billete, sucumbiendo a las tentaciones.
Más tarde, también vuelve a ser punto de encuentro después de actuar en los consagratorios teatros de la calle Corrientes. Allí siempre y desde un principio, aparte del dúo, componían la mesa chica los hermanos Alfredo y Armando de Ferrari, los hermanos Ernesto y Gabriel Laurent y Roberto Casaux. Antonio Sumaje, el aviador, dormitaba en el mateo. Él los transportaba en su coche de caballos, cambiando tiempo después el látigo por el volante. Fueron famosas las partidas de truco donde se ponía en juego quién garpaba los famosos bifes regados con tinto, que Don Bautista hacía marchar. Y sucedió lo previsible. La mesa se fue agrandando. Apareció el pensador Iglesias Paz, Joaquín de Vedia, el célebre jockey Manuel Lema, Manuel Bénard -uno de los creadores de SADAIC y de la ley 11723 de propiedad intelectual entre otras cosas-, un grandote Goliat Luis Ángel Firpo, el Toro Salvaje de las Pampas.
Gardel y Razzano cantaban en las sobremesas trovas de pampa y sierra. E increíblemente van llegando más hombres. Algunos de ellos son los mismos que Gardel oyera con mucho respeto en tiempos idos, cuando no se atrevía a abrir la boca estando ante semejantes troveros. Uno es Ezeiza, el famoso negro Gabino del Heroico Paysandú, otros Curlando, Ramoncito Vieytes, Higinio Cazón, el gurí cantos Aguiar, Ambrosio Ríos. Y un día apareció nada más y nada menos que Don José Betinotti para que el dúo cantara las primicias “Como quiere la madre a sus hijos” y “Tú Diagnóstico”. El Café de los Angelitos se estremecía con esas canciones.
Hay una ocurrencia de Manucho Güiraldes, hermano de Ricardo (autor de Don Segundo Sombra), del pago de Areco donde más de una vez cantó el dúo para el héroe de la novela Don Segundo Ramírez: llegó una vez al Café y vio al gigante boxeador Firpo, a Gabriel Laurent y Alfredo de Ferrari pasando los 120 Kg y palmeándole la espalda a Gardel con más de 100 kg y mirando el cartel del Bar le dijo “a éste café lo llaman de …los angelitos?”.
1 Coleccionista, Presidente del Círculo Gardeliano Bahiense, dueño y fundador del Museo de Radios Antiguas Carlos Gardel de Bahía Blanca.
CAFÉ DE LOS ANGELITOS
(Cátulo Castillo y José Razzano)
Yo te evoco, perdido en la vida
Y enredado en los hilos del humo,
Frente a un grato recuerdo que fumo
Y a esta negra porción de café…
Rivadavia y Rincón… Vieja esquina
De la antigua amistad que regresa,
Coqueteando su gris, en la mesa
Que está,
Meditando en sus noches de ayer…
¡Café de los Angelitos!…
¡Bar de Gabino y Cazón!…
Yo te alegré con mis gritos
En los tiempos de Carlitos
Por Rivadavia y Rincón…
¿Tras de qué sueños volaron?…
¿En qué estrellas andarán?…
Las voces que ayer llegaron
Y pasaron y callaron,
¿Dónde están?…
¡Por qué calles volverán!…
Cuando llueven las noches su frío
Vuelvo al mismo lugar del pasado,
Y de nuevo se sienta a mi lado
Betinoti, templando su voz…
Y en el dulce rincón que era mío
Su cansancio la vida bosteza,
Porque nadie me llama a la mesa
De ayer…
¡Porque todo es ausencia y adiós!…